Para empezar, los plazos. En cualquier empresa, el jefe
siempre quiere el trabajo para ayer. Es un axioma. Creo que
cuando dan cursillos de formación a los jefes esto es lo
primero que les enseñan. Lo siguiente es que se laven
las manos después de mear. Y si triunfan y hacen
algún master, les enseñan a no mearse en las
manos.
Obviamente, los empleados sabemos como tratar a los jefes.
Se les mira con fijeza a los ojos, con cara de profesional
aguerrido y curtido en mil batallas y se les dice sin
ningún rubor: "Por supuesto, delo por hecho". Una vez
dicho esto, nos dedicamos a lo nuestro, y cuando podemos,
hacemos la tarea encargada. Como profesionales que somos,
tenemos miles de excusas disponibles para cuando el jefe llama
preguntando por lo suyo.
Cuando tu jefe es tu mujer, esto no sirve. En absoluto.
Cuando ella dice "Necesitaría que <inserte
aquí cualquier cosa>", tú ya tienes que haber
previsto con antelación el caso, y tener tres o cuatro
opciones distintas a elegir. Y que funcionen. Nada de
apañitos.
Por otro lado, tenemos la disponibilidad. Si tu jefe se
acerca a tu puesto de trabajo (esa covacha infame que te han
dicho se llama despacho, aunque tú estés
convencido que es una mazmorra reconvertida), tú
estás preparado con miles de papeles en la mesa, dos
*term rulando bucles de texto incomprensible, tres ventanas de
tu procesador de texto favorito con documentos, mejor en
inglés, y una fiera cara de estar trabajando. Si el jefe
no ha tenido las luces suficientes para ver que estás
ocupado, cuando empiece a hablar, y esto es importante, _sin
mirarle_, levantas una mano, con el dedo índice
extendido (ojo, el índice), y con la otra mano tecleas
furiosamente. Pasados unos treinta segundos, te vuelves, y le
preguntas que desea. Seguramente ya se haya ido.
Por supuesto, en el otro escritorio tienes tu correo, tu web
y tu irc. A ver si se van a creer que te pagan por
trabajar.
Una vez más, eso no funciona cuando tu mujer es tu
jefe. Cuando te pregunte, "cielo, ¿qué
estás haciendo?", más te vale que le contestes
con sinceridad. Y preparate para el tercer grado si no has
terminado tu trabajo.
Os pongo un ejemplo:
<Ella>: "Cariño, ¿estás ocupado?" - Un sudor frío te corre
por la espalda
<Tú>: "Pues estaba charlando en #escomposlinux sobre..." -
Como si ella no lo supiera, ya que también está en el canal.
<Ella>: "Ah, bien, entonces, ¿ya has parcheado el núcleo de
los servidores?"
<Tú>: "Bueno, en realidad me estaban comentando que..."
<Ella>: "No te olvides que te había encargado el script en
python para automatizar la creación de la web para torpes"
<Tú>: "Verás, me he encontrado con un problema al parsear la
conf..."
<Ella>: "¿Te has olvidado del cliente de ftp en php que te
dije que me hacía falta?"
<Tú>: -Ya balbuceando, y pensando que esa noche duermes en
el felpudo- "Sí, verás, es que he encontrado uno ya hecho y
me ha parecido que..."
<Ella>: "La basura está sin bajar, y no has subido el
butano"
<Tú>: "..."
Cautivo y desarmado, te despides de tus compinches alegando
un accidente nuclear de proporciones apoteósicas. Y te
pones a trabajar.
En lo que si coinciden todos los jefes, te acuestes con
ellos o no, es en lo prolijo de sus explicaciones cuando algo
no funciona. La frase estándar es siempre: "Oye, esto no
va".
Analicemosla con detalle.
- "Oye". Aquí sí hay matices, si no duermes
con tu jefe puedes aplicar el sistema anterior, aunque cuando
algo no funciona, el jefe se vuelve especialmente insistente.
Si duermes con tu jefe no hay tu tía, deja lo que
estés haciendo y atiende. Pero ya.
- "Esto". Cuatro letras con una riqueza semántica
impresionante. Abarcan todo el universo informático.
En su totalidad. Puede tratarse de una red de 200
máquinas, del teclado de un 486, del correo (en sus
múltiples encarnaciones, servidor, cliente o todo a la
vez), etc.
- "no va". Otro despliegue de información. Nada de
detalles. Conciso en grado sumo. No va, punto. Ya te
aclararás tú.
Sin embargo, hay una ventaja innegable en dormir con tu
jefe. Cuando algo te sale bien, y está contento, no
tienes reparos en que te cubra de besos. Nada más, os
dejo, que viene el jefe. Ya oigo su dulce voz: "Cariño,
¿estás ocupado...?"