Me contesto a mí mismo, sacando la moneda por la cruz, en lugar de por la cara.
Antes me referí al éxito de Ubuntu. Pero conviene no lanzar las campanas al vuelo con demasiada prontitud. La súbita bonanza de esta jovencísima distribución ---no hay que olvidar que tiene poco más de un año de vida--- debe ser refrendada en el futuro.
Es cierto que Debian tiene que enfrentarse a los problemas comentados. Pero Ubuntu deberá hacer valer lo que promete y ha prometido mucho, ha puesto su nivel de exigencia muy alto, quizá demasiado alto.
Una nueva distribución cada seis meses con el software a la última, estable, medianamente segura y perfectamente usable es un requerimiento tremendo; a mí se antoja muy difícil lograrlo.
Hay que confiar en el extraordinario esfuerzo que se está haciendo y en la competencia de los desarrolladores que lo están realizando.
No obstante, mi tendencia al escepticismo, que no es menor que la que tengo hacia el entusiasmo, me hace ser cauto. Justamente hoy he comprobado, sin ir más lejos, ciertos inoportunos deslices en la Hoary de una amiga, después de un upgrade desde Warty: problemas relativos al soporte castellano, y dificultades con el oowriter (después de resloverle los de la lengua). Vamos, que si no hubiera sido por mí no sé que hubiera hecho. Pero era Ubuntu y no Debian. Con Debian nadie se hubiese quejado; con Ubuntu, hay que hacerlo, pues se supone que para eso está, para no tener que andar con apt-get raros y dpkg-reconfigure recónditos.
Como conclusión a los dos mensajes:
- Debian vive y, aunque pase por dificultades, ha demostrado su competencia a lo largo de los años.
- Ojalá Ubuntu siga prosperando, pero tendrá que demostrar su fortaleza en los años futuros: la edad no perdona, babies ;-)
[ Padre ]
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