Ahora bien, siendo ésta la característica más señalada de LaTeX, es
necesario recordar que LaTeX no sería lo que es sino por TeX mismo. De
hecho LaTeX no es otra cosa que un conjunto de macros de TeX, y su
objetivo primordial es suministrar una capa intermedia entre el autor
y el tipógrafo (TeX), más exactamente implementar informáticamente un
diseñador tipográfico, esto es, un sistema que permita el diálogo
fluido entre el autor y el tipógrafo, que sea capaz de traducir las
ideas del autor y, más precisamente, la estructura de sus ideas al
lenguaje que entiende el tipógrafo, es decir, al lenguaje de bajo
nivel de TeX, que es el responsable último de la salida impresa.
Salvando todas las distancias y sin detenerme en los infinitos matices
que habría que hacer aquí, disponemos de funciones semejantes para
lenguajes altamente estructurados (SGML - XML) en virtud de "lenguajes
de diseño (el término es mío)" como CSS o DSSSL.
Y aquí es donde viene lo peculiar de TeX. Mientras que en el caso
de CSS o DSSSL la salida está pensada fundamentalmente para ser leída
en una pantalla de ordenador, LaTeX/TeX fueron originalmente pensados
para producir documentos impresos. De ahí que el mundo TeX tenga
todavía un papel que representar en conexión con SGML/XML y de ahí la
existencia de desarrollos recientes como los de passivetex o
jadetex. En definitiva,
mientras sigamos leyendo documentos impresos o, en último extremo,
documentos electrónicos que quieran mantener el aspecto de los
documentos impresos, la opción TeX/LaTeX parece insustituible.
¿Por qué? Dicho simple y llanamente: por una cuestión de orden
eminentemente estético.
Este interés estético, a pesar de lo que pudiera creerse, fue el
incentivo principal de Donald Knuth, creador de TeX.
Recordemos, por ejemplo, las siguientes afirmaciones al comienzo de su
célebre libro "The TeXbook":
"Amable lector, esto es un manual sobre TeX, un nuevo
sistema de tipografía cuya intención es crear libros
bellos [...] Cuando prepares un manuscrito en formato
TeX, le estarás diciendo al ordenador cómo exactamente tiene que ser
transformado en páginas cuya calidad tipográfica es comparable
a la de las mejores imprentas del mundo"
Y más abajo:
"Las palabras castellanas como 'tecnología'
proceden de una raíz griega que comienza con las letras
'tau-epsilon-ji'. Y esta misma palabra griega significa tanto
arte como tecnología. De ahí el nombre TeX [...] TeX
trata principalmente de manuscritos técnicos de alta
calidad. Pone el énfasis en el arte y la tecnología, tal como
la palabra griega que está a su base. Si solo quieres producir un
documento pasable ---aceptable y básicamente legible, pero no
realmente bello--- un sistema más simple te será suficiente. La meta
de TeX es producir la máxima y más bella calidad
[finest quality]"
Desde luego este gran matemático demostró al crear TeX que el amor por
la belleza sensible no está en absoluto reñido con la pasión
matemática, sino todo lo contrario. Me atrevo a decir que Knuth es,
por ello, un emblemático representante del pitagorismo en la
actualidad.
Dado este interés preeminente por lo bello que es palpable en una
gran parte de los desarrolladores de TeX, no es de extrañar que surjan
trabajos muy especializados, particularmente por lo que se refiere a
la creación de fuentes y tipos, cuyo único sentido es el estético.
Un ejemplo, que encontré casualmente cuando elaboraba mi artículo
LaTeX para las Humanidades" es el paquete oldgerm,
creado por uno de los más activos especialistas de TeX, Yannis
Haralambus. Este paquete proporciona comandos para definir fuentes
alemanas antiguas, las que se fueron creando progresivamente desde
Gutenberg y se usaron como mínimo hasta el S. XIX.
Especialmente notable como prueba de lo que vengo diciendo es este
pasaje procedente de la documentación de dicho paquete:
"Los tipos antiguos son bellos. Hasta ahora se
podían encontrar copias modernizadas de ellos para usos decorativos o
facsímiles de libros históricos. Con TeX y Metafont [el sistema
asociado a TeX para la creación de fuentes] tenemos al fin la
posibilidad de acercarnos a estos tipos a la manera ---y con el
cuidado--- de un coleccionista [...] Y creeme, el mismo placer se
experimenta leyendo (o, respectivamente, tipografiando) los poemas de
Goethe en la fuente 'Fraktur' de Breitkopf, que escuchando (o,
respectivamente, tocando) las sonatas de Mozart en un pianoforte Stein
[el pianoforte es el instrumento predecesor del piano, que fue aquel
para el que Mozart y sus contemporáneos
compusieron].
Me gustaría terminar con una última consideración relativa a este
asunto. El placer por la forma de lo escrito y no sólo por su
contenido ha sido esencial en todas las culturas productoras de
escritura, ya desde los egipcios. Cientos de miles de personas, desde
los escribas egipcios hasta los creadores de tipos de la era de la
imprenta, pasando por los monjes medievales, dedicaron sus vidas a
dejarnos copias de su legado cultural y es evidente que mostraron una
atención muy especial por la belleza del resultado. Probablemente para
ellos forma y contenido no estaban separados.
En nuestros días estamos desgraciadamente acostumbrándonos a
desatender estos aspectos. TeX es un esfuerzo en la dirección
contraria. Y los editores deberían tomar buena nota de este asunto.
En la era de Internet el único camino posible que pueda quedarle al
editor es quizá el de la reproducción de documentación que, aún siendo
accesible a todos por otros medios, requiera de una presentación cuya
excelencia estética sea prioritaria. Ahí es donde tienen su futuro y
me temo que con el tiempo su único nicho de potenciales compradores
sea el de los bibliofilos. Pero no lo ven, y salvo editoriales
especializadas, apenas hacen otro esfuerzo que el de amasar dinero
fácil a costa de vender productos cada vez peores en cuanto a su
calidad estética.