No iba a contestar. No quería enviar ningún comentario. Pero no he podido evitarlo. He caído estripitosamente en la tentación.
Es este un tema que ..., el tema por antonomasia. ¿Qué somos? ¿Cuál es nuestro más ardiente deseo? ¿Y nuestro destino? ¿Y la felicidad?
Planteado así es una filosofía de andar por casa, o el cuento de la lechera, que viene a ser lo mismo.
Pero hay aquí mucha sustancia. Demasiada. Demasiada para ser pensada. Demasiada, siquiera, para ser dicha. Y cuando esto ocurre uno se queda mudo. En blanco. Y empieza a surgir la otra palabra, la de la poesía:
Imáginese un hombre mirando su propio retrato, lentamente, una fotografía, por ejemplo, una de las auténticas. Digamos, un retrato de su infancia. Lentamente...
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RETRATO DE NIÑO
Si pudieras tan solo recordarme,
vivirte en mí de nuevo
naciéndome en la luz de tu inocencia.
Si pudieras tenerte entre mis ojos,
ajados por la sal
del mar y su dulzura,
el pie desnudo a punto
de alzarse hasta esta noche.
Si pudieras ahora, cuando insiste
tenazmente tu miedo
en quemar mi memoria,
cuando mueren las lunas tenuemente
sobre el férvido otoño...
El hombre pasa y mira,
pero el tiempo perdura.
Y es tu tiempo, mi tiempo,
el de todos nosotros.
El del niño que fui
y que tú eras aún,
y que en ti solo soy...
---Si pudieras---
En este interminable amanecer.
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