Naturalmente, te felicito. Hay pocos, poquísimos que puedan decir lo mismo.
La situación común oscila entre los siguientes casos:
- Trabajo horas sin tino para ganarme el pan. No tengo tiempo de nada. Y, encima, ni siquiera me puedo permitir ningún extra. Rezo por no llegar a fin de mes con deudas. Cómo se ha puesto la vida con esto del euro.
- No me puedo quejar, aunque gano poco (cómo se ha puesto la vida con esto del euro), aún me queda algo de tiempo libre. Ya lo decía yo, funcionario y a cumplir. Al menos puedo coger algún que otro moscoso, irme a Benidor con la familia en agosto y tomarme alguna caña con los amigos todas los lunes por la tarde.
- Gano un huevo, pero como siga así no llegaré a los 50. Mi horario no existe, estoy siempre conectado (el móvil y el coche los pone la empresa). No tengo ni el domingo para estar con la familia. Aunque, la verdad, si tuviese tiempo libre, no sé que podría hacer con él. Alguna vez que he tenido 3 días de vacaciones seguidos me he aburrido como ostra trasatlántica. Claro, hace tanto que no leo un libro.
- No me puedo quejar, tengo lo suficiente y dispongo de algún tiempo libre. Pero para que vamos a engañarnos, mi trabajo es un bodrio. Aunque a la vista de los demás ...
- No me quejo. Tengo lo suficiente como para no pensar en lo que gano. Soy austero y no echo de menos nuevas comodidades (allá los otros con su chalet acosado y su Mercedes). El trabajo no me disgusta. En realidad es el que mejor se corresponde con mi vocación. Pero no puedo hacer nada más allá de lo que me permiten. Y, encima, eso de los horarios me saca de quicio.
Cada caso es real. Tengo conocidos o amigos que se han expresado de forma semejante, casi literalmente. Cada uno de ellos pertence a una de estas clases de trabajadores. (Lógicamente, descarto a los parados, ese es tema para otro hilo). Es evidente que la tipología no responde a un estudio científico: carezco de datos. No obstante, valga como hipótesis formulada a partir de los hechos que conozco directa o indirectamente y de lo que ---a mi entender--- es, hoy en día, el mundo del trabajo.
Por extraer algunas conclusiones de las citadas tipologías.
- Pocos pueden trabajar en algo que corresponda con su vocación.
- Pocos pueden elegir cuánto ganan y cuánto trabajan.
- Muy pocos están mínimamente satisfechos con su sueldo y su carga horaria.
- Casi nadie, dentro de este último grupo, puede decir lo que tú. Pues, aunque en teoría su trabajo se adecua a su vocación, su vocación no se corresponde con el régimen laboral: una vocación no puede encasillarse en horarios ni en planes prefijados. La pasión por algo tiene su propio devenir: sus estallidos y sus necesarios períodos de reposo e incubación; sus objetivos cambiantes, que varían de acuerdo con su propio desarrollo, y no con el que pueda imponerse desde fuera. Por eso titulaba el comentario como lo he hecho. En mi opinión unir pasión con trabajo ---entiéndase, el trabajo tal como queda definido en las sociedades actuales---, es como tratar de "regimentar el viento". Por cierto, sobre estas cosas, entre otras, reflexiona un libro no publicado hace mucho: La ética del hacker de Pekka Himanen.
Así es que, efectivamente, eres una excepción afortunada; al menos hasta donde yo sé.
|