Lo primero que sorprende es que, de entrada, se ha lanzado la preview
de la distro para tres arquitecturas diferentes, i386, powerpc y amd64. Una
buena señal y una buena costumbre a la Debian.
La instalación (en un PowerBook G4 ---uno de los TiBooks de hace dos años---) ha sido realmente sencilla: mérito, sin duda, del nuevo instalador de Debian.
Terminado el proceso de instalación me encuentro con un flamante Gnome2.8, sí, sí, habéis oído bien, con Evolution 2.0 y el último Firefox, como navegador web por defecto, entre otras cosas. El kernel es el 2.6.8.1-2
Una cosa curiosa: en el proceso de instalación no se solicita la contraseña de root. Para administrar hay que recurrir a sudo, con la contraseña del usuario creado en la instalación, que recibe desde el principio privilegios de administrador.
La relación de Ubuntu con Debian es singular. Para empezar, el equipo de desarrollo está constituido, en su mayor parte, por conocidos programadores de Debian. Basta con echar una ojeada a la lista ubuntu-devel para darse cuenta.
El compromiso con Debian es, por tanto, evidente. Se indica, por ejemplo, que los informes de error se envían directamente a Debian en el proceso de desarrollo, sin esperar a lanzar la versión y enviar todos de golpe, como hacen otras distros basadas en Debian. Los propios desarrolladores de Ubuntu se consideran desarrolladores de Debian y siguen trabajando para Debian.
Eso sí, se relaja un tanto la DFSG por lo que se refiere a los paquetes no libres: en el componente main de Ubuntu pueden encontrarse binarios de fuentes o de firmware, que no se encontrarían en la rama correspondiente de Debian, todo ello con la intención de que la instalación funcione desde el comienzo en cualquier máquina, sin que ello signifique renunciar a la lucha por la creación de versiones libres de todos lo que, por el momento, no lo es. Este tema, sin duda, podría ser cuestión de acaloradas divergencias.
El resto del software no-libre, queda incluido en los componenetes restricted ---por ejemplo, drivers de tarjetas gráficas--- y en ciertas partes del componente universe, que englobaría todo lo que existe bajo licencias estrictamente libres o bajo otras algo menos abiertas dentro del mundo de Linux.
Punto central de la filosofía de Ubuntu es el relativo a la frecuencia en el lanzamiento de las versiones y al de los parches de seguridad. La distribución se compromete a lanzar una nueva versión en un período máximo de 6 meses, tomando como base la rama inestable de Debian del momento, y a proporcionar actualizaciones de seguridad mientras una nueva versión no sea lanzada. Todos sabemos que éste es uno de los eternos problemas de Debian, que Ubuntu tiene intención de resolver.
En fin, sea cual sea la valoración de los detalles de esta distro, la propuesta merece atención y, a la vista de la nómina de colaboradores, no es arriesgado augurarle un prometedor futuro.
Y si alguien quiere cotillear sin instalar, existe un LiveCD, que ---por cierto--- no he tenido ocasión de probar.