Decidido por completo a usar este programa de gestión de colecciones (de libros, discos, películas, etc.), nada parecía más fácil que un 'aptitude install tellico' desde la kubuntu en la que ahora estoy. Todo fue a pedir de boca con los libros extranjeros, pero no así con los de aquí, pues la consulta a la base de datos del isbn del Ministerio de Cultura no viene incorporada de fábrica y la consulta a la Biblioteca Nacional a veces no funciona perfectamente.
Con un poco de investigación descubrí este tan reciente como desado guión que podía incorporarse al programa con un par de operaciones sencillas.
Las cosas empezaron a resultar verdaderante irritantes cuando después de varias pruebas comprendí que la versión que viene con kubuntu es anterior a aquella para la que está desarrollado el guión (la versión actual de tellico).
A partir de ese momento, sucedieron las horas de búsqueda desesperada por la Red y de consiguiente decepción. Sólo quedaba la opción de arreglar a mano el guión (en Python) para adaptarlo a la versión de la que yo disponía. Pero se me hacía cuesta arriba acometer la tarea, al imaginar el tiempo que me llevaría comprender cómo está diseñada la interfaz de tellico.
Estuve a punto de abondonar ---y probar quizá otras opciones (otros programas)--- cuando súbitamente se me ocurrió compilar las fuentes directamente.
Sí, hubo que descargar las bibliotecas de desarrollo necesarias y toda esa historia, después de algunas './configure' fallidas: cosa de media hora o poco más.
Al terminar la faena y después de disfrutar de un tellico adaptado a nuestra lengua, me preguntaba a mí mismo: ¿cómo es posible que no se me ocurriera desde el principio el camino "duro" de la compilación?
Este es realmente un enigma curioso, sobre todo si se tiene en cuenta que muchos de nosotros, iniciados en esto hace una buena cantidad de años, no parábamos de compilar las fuentes en los comienzos, cuando las distros no contenían todavía la cantidad de paquetes de la que ahora disponen.
La moraleja es sencilla: nos hemos acostumbrado al camino cómodo y se nos va olvidando la potencia del SL, la posibilidad, entre otras, de compilar uno mismo el programa (y la versión de ese programa) que realmente nos interesa.
Tras ese día me he jurado que no volveré a dejarme seducir por el automatismo de la comodidad, pues muchas veces ---como reza el título--- el camino más fácil es el aparentemente más duro.